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"De La Preciada Hoja Llamada Cuca"

de "Comentarios Reales de los Incas" (Libro 8, capítulo 15)
Garcilaso de la Vega (1606), traducido por Harold Livermore (1966)


No será razón dejar en olvido la yerba que los indios llaman cuca [nota: en Aymara, 'coca' es 'kuka'] y los españoles coca, que ha sido y es la prinicipal riqueza del Perú para los que la han manejado en tratos y contratos; antes será justo se haga large mención de ella, según lo mucho que los indios la estiman, por las muchas y grandes virtudes que de ella conocían antes y muchas más que después acá los españoles han experimentado en cosas medicinales. El Padre Blas Valera, como más curioso y que residió muchos años en el Perú y salío de él más de treinta años después que yo, escribe de las unas y de las otras como quien vio la prueba de ellas; diré llanamente lo que Su Paternidad dice, y adelante añadiré lo poco que dejó de decir, por no escribir largo, desmenuzando mucho cada cosa. Dice, pues:

La cuca es un cierto arbolillo de altor y grosor de la vid. Tiene pocos ramos, y en ellos muchas hojas delicadas, del anchor del dedo pulgar y el largo como la mitad del mismo dedo, y de buen olor, pero poco sauve; las cuales hojas llaman cuca indios y españoles. Es tan agradable la cuca a los indios, que por ella posponen el oro y la plata y las piedras preciosas; plántanla con gran cuidado y diligencia y cógenla con mayor; porque cogen las hojas de por sí, con la mano, y las secan al Sol, y así seca la comen los indios, pero no la tragan; solamente gustan del olor y pasan el jugo.

De cuánta utilidad y fuerza sea la cuca para los trabajadores, se colige de que los indios que la comen se muestran más fuertes y más dispuestos para el trabajo; y muchas veces, contentos con ella, trabajan todo el dí sin comer.

La cuca perserva el cuerpo de muchas enfermedades, y nuestros médicos usan de ella hecha polvos, para atajar y aplacar la hinchazón de las llagas; para fortalecer los huesos quebrados; para sacar el frío del cuerpo o para impedirle que no entre; para sanar las llagas podridas, llenas de gusanos. Pues si a las enfermedades de afuera hace tantos beneficios, con virtud tan singular, en las entrañ de los que la comen ¿no tendrá más virtud y fuerza?

Tiene también otro gran provecho, y es que la mayor parte de la renta del Obispo y de los canónigos y de los demás ministros de la Iglesia Catedral del Cozco es de los diezmos de las hojas de la cuca; y muchos españoles han enriquecido y enriquecen con el trato y contrato de esta yerba; empero algunos, ignorando todas estas cosas, han dicho y escrito mucho contra este arbolillo, movidos solamente de que en tiempos antiguos los gentiles, y ahora algunos hechiceros y adivinos, ofrecen y ofrecieron la cuca a los ídolos; por lo cual, dicen, se debía quitar y prohibir del todo.

Ciertamente fuera muy buen consejo si los indios hubieran acostumbrado a ofrecer al demonio solamente esta yerba. Pero si los antiguos gentiles y los modernos idólatras sacrificaron y sacrifican las mieses, las legumbres y frutos que encima y debajo de la tierra se crín, y ofrecen su brebaje y el agua fría y la lana y los vestidos y el ganado y otras muchas cosas, en suma, todo cuanto tienen, y como todas no se les deben quitar, tampoco aquélla. Deben doctrinarles que, aborreciendo las supersticiones, sirvan de veras a un solo Dios y usen cristianamente de todas aquellas cosas.

Hasta aquí es del Padre Blas Varela.

Añadiendo lo que falta, para mayor abundancia, decimos que aquellos arbolillos son del altor de un hombre; para plantarlos echan la semilla en almácigo, como las verduras; hácenles hoyos, como para las vides; echan la planta acodada, como la vid. Tienen gran cuenta con que ninguna raíz, por pequeña que sea, quede doblada, porque basta para que la planta se seque. Cogen la hoja, tomando cada rama de por sí entre los dedos de la mano, la cual corren con tiento hasta llegar al pimpollo: no had de llegar a él porque se seca toda la rama. La hoja de la haz y del envés, en verdor y hechura, es ni más ni menos que ls del madroño, salvo que tres o cuatro hojas de aquéllas, por ser muy delicadas, hacen tanto grueso como una de las del madroño.

Cogida la hoja, la secan al sol; no ha de quedar del todo seca porque pierde mucho del verdor, que es muy estimado, y se convierte en polvo, por ser tan delicada, ni ha de quedar con mucha humedad, porque en los cestos donde la echan para llevarla de unas partes a otras, se enmohece y se pudre; han de dejarla en un cierto punto, que participe de uno y de otro.

Los cestos hacen de cañas hendidas, que las hay muchas y muy buenas, gruesas y delgadas, en aquellas provincias de los Antis; y con las hojas de las cañas gruesas, que son anchas de más de una tercia y largas de más de media vara, cubren por de fuera los cestos, porque no se moje la cuca, que la ofende mucho el agua; y con un cierto género de cáñamo, que también lo hay en aquel distrito, enredan los cestos.

Considerar la cantidad que de cada cosa de éstas se gasta para el beneficio de la cuca es más para dar gracias a Dios, que así lo provee todo, dondequiera que es menester, que para lo escribir, por ser increíble. Si todas estas cosas o cualquiera de ellas se hubiera de llevar de otra parte, fuera más el trabajo y la costa que el provecho. Cógese aquella yerba de cuatro meses, tres veces al año, y si escarden bien y a menudo la mucha yerba que con ella se cría de continuo, porque la tierra en aquella región es muy húmeda y muy caliente, se anticipa más de quince dís cada cosecha; de manera que viene a ser casi cuatro cosechas al año.

Por lo cual, un diezmero codicioso, de los de mi tiempo, cohechó a los capataces de las heredades más ricas y principales que había en el término del Cozco porque tuviesen cuidado de mandar que las escardasen a menudo; con esta diligencia quitó al diezmarzo del año siguiente las dos tercias parte del diezmo de la primera cosecha; por lo cual nació entre ellos un pleito muy reñido, que yo, como muchacho, no supe en qué paró

Entre otras virtudes de la cuca se dice que es buena para los dientes. De la fuerza que pone al que la trae en la boca, se me acuerda un cuento que oí en mi tierra a un cabellero en sangre y virtud que se decía Rodrigo Pantoja, y fue que caminando del Cozco a Rímac topó a un pobre español (que también los hay allá pobres como acá), que iba a pie y llevaba a cuestas una hijauela suya de dos años; era conocido del Pantoja, y así se hablaron ambos.

Díjole el caballero: "¿Cómo vais así cargado?"

Respondió el peón: "No tengo posibilidad para alquilar un indio que me lleve esta muchacha, y por eso la llevo yo."

Al hablar del soldado, le miró Pantoja la boca y se la vió llena de cuca; y como entonces abominaban los españs;oles todo cuanto los indios comían y bebían, como si fueron idolatrías, particularmente el comer la cuca, por parecerles cosa vil y baja, le dijo

"Puesto que sea así le que decís de vuestra necesidad, ¿por qué coméis cuca, como hacen los indios, cosa tan asquerosa y aborrecida de los españoles?"

Respondió el soldado: "En verdad, señor, que no la abominaba yo menos que todos ellos, mas la necesidad me forzó a imitar los indios y traerla en la boca; porque os hago saber que si no la llevara, no pudiera llevar la carga; que mediante ella siento tanta fuerza y vigor que puedo vencer este trabajo que llevo."

Pantoja se admiró de oírle, y contó el cuento en muchas partes, y de allí adelante daban algún crédito a los indios, que la comían por necesidad y no por golosinas y así es de creer, porque la yerba no es de buen gusto. Adelante diremos cómo la llevan a Potosi y tratan y contratan con ella.

"Del Ganado Manso y Las Recuas que de el Habia" (Libro 8, capítulo 16)


[......] La llama demás de esto sirve aquel ganado a indios y a españoles de llevarles sus mercaderías dondequiera que las quieren llevar, pero donde más comúnmente andan y mejor se hallan, por ser la tierra llana, es desde el Cozco a Potocchi, que son cerca de doscientas leguas, y de otras muchas partes van y vienen a aquellas minas con todo el bastimento, ropa de indios, mercaderías de España, vino y aceite, conservas y todo lo demás que en ellas se gastan; principalmente llevan del Cozco la yerba llamada cuca. En mis tiempo habí en aquella ciudad, para este acarreto, recuas de a seiscientas, de a ochocientas, de a mil y más cabezas de aquel ganado. [......]

[......] Tardan en el viaje del Cozco a Potocchi cuatro meses, dos en ir y dos en volver, sin lo que se detienen para el despacho de la mercardería. Valía en el Cozco un carnero escogido diez y ocho ducados, y los desechados a doce y a trece. La principal mercancía que de aquella ciudad llevaban era la yerba cuca y ropa de vestir de los indios. Todo lo que hemos dicho pasaba en mi tiempo, que yo lo vi por mis ojos; no sé ahora cómo pasa; traté con muchos de los que iban y venían; hubo algunos caminos que vendieron a más de treinta pesos ensayados el cesto de la cuca. Con llevar mercancías de tanto valor y volver cargados de plata con treinta, cuarenta, cincuenta y cien mil pesos, no recelaban los españoles, ni los indios que las llevaban, dormir en el campo, sin otra compañía ni más seguridad había en los tratos y contratos de mercaderías fiadas, o las cosechas que los vecinos tenían de sus rentas o empréstitos de dineros, que, por grandes que fuesen las partidas de la venta o del préstamo, no habí más escritura ni más conocimiento ni cédula por escrito que sus palabras, y éstas se guardaban inviolablemente. [......]

[......] En tiempo de paz, que no había guerra, muchos soldados, muy caballeros y nobles, por no estar ociosos, entendían en este contrato de ir y venir a Potocchi con la yerba cuca y ropa de indios, y la vendían en junto y no por menudo; de esta manera era permitido a los hombres, por nobles que fuesen, el tratar y contratar con su hacienda. [......]

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